20080327

OLVEIROA-MUXIA

Nos rodean los eucaliptos calcinados

Un tranquilo rincón


Las energéticas moras de zarza

Por entre los bosques de eucaliptos

Aireando las ampollas

Uno de los hórreos mas grandes de Galicia en San Martiño de Ozón

Iglesia dentro del cementerio en San Martiño de Ozón
Vista de Muxía

Playa de Muxía




3 de septiembre, lunes: (Olveiroa – Muxia)




Tras desayunar en “As Pias” salimos de Olveiroa subiendo por el Monte do Sino con vistas al río Xallas y al embalse de Castrelo-Olveiroa, pasando junto a un espectacular parque eólico. Tras cruzar el río Logoso llegamos a Hospital donde se bifurca el Camino a Fisterra y a Muxia. Hemos decidido ir primero a Muxia porque desde Fisterra hay mejor combinación de autobuses para regresar a Santiago.
Los hermanos López que, como casi siempre, se han adelantado nos esperan en Dumbría donde almorzamos largamente en la terraza de un bar-supermercado. Continuamos por pistas forestales sin asfaltar, ¡¡POR FIN!!, y entre bosques de eucaliptos. Algunos, calcinados en incendios del año pasado, están rebrotando. Precisamente sobre el mediodía, detectamos una columna de humo a poco menos de un kilómetro, de un incendio que acababa de iniciarse y Julián llama al servicio de emergencias. A los 20 minutos aparece un helicóptero que se dedica a extinguirlo.También en una casa a las afueras de una aldea, hay que avisar a una mujer para que apague otro fuego en la parte del garaje del que no se había percatado. Nos damos cuenta que la gente es bastante descuidada y tolerante con el asunto del fuego.

Llegamos a San Martiño de Ozón encontrándonos con uno de los más grandes hórreos de Galicia: 21 pares de pies. También iglesia románica en el cementerio, como manda la tradición celta. Continuamos aproximándonos al mar y a nuestra derecha va apareciendo la ría de Camariñas y enfrente el pueblo del mismo nombre, hace una tarde espléndida, luminosa, que aumenta la grandiosidad del paisaje. Nos detenemos a hablar con un hombre mayor, que está sentado a la puerta de su casa, sobre el chapapote y la contaminación que el Prestige trajo a la zona, y nos explica que aquel entorno lo pudieron proteger quedando la mayor parte del problema en Muxia.

Desde lo alto del monte las vistas sobre Muxia son limpias. Se ha construido el pueblo de espaldas al mar, al abrigo de la ría donde está el puerto y mirando al monte, es pequeño y típicamente marinero. El sendero desciende hasta la playa de la ría, justo enfrente del pueblo, a unos mil metros, y la tentación de meter los pies en agua fría es muy fuerte y, por supuesto, no la resistimos. El agua está helada y es una bendición para mitigar un poco las ampollas que tengo en ambos pies.
El último tramo discurre sobre una pasarela de madera kilométrica sobre la arena que nos lleva a la entrada del pueblo. Llegamos al albergue y ¡¡SORPRESA!! No veníamos casi nadie y está lleno. Más de un turista está utilizando los albergues estratégicos para su provecho.

Vamos a la oficina de turismo a quejarnos y a recoger la “Muxiada”. Nos atienden muy amablemente ofreciéndonos dormir en el pabellón o recomendándonos una pensión. Sobre la queja surge el típico problema de competencias: el albergue es de la Xunta y la oficina de turismo es del ayuntamiento, así que ajo y agua.

Elegimos “Casa Petón”, la pensión que nos han recomendado, donde animamos el cuerpo con un vino “turbio” y, después de una estupenda ducha, a tomar una mejor cena en “El Cordobés”, un sótano agradable donde nos sirven buena y abundante comida. El tiempo ha sido espléndido durante el día pero ahora hace un viento fortísimo y los pies están para poca cosa, por lo tanto a dormir en una inmensa cama que me ha tocado en suerte que mañana quedan muchos kilómetros por andar. El Santuario de la Virgen de Barca lo visitaremos cuando vengamos en coche en otra ocasión.

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